lunes, 6 de octubre de 2014

LA INVASIÓN. Capítulo IX

“Ciertamente nuestra sociedad vivía atrapada por los ordenadores. Dependíamos de ellos para desarrollar nuestra existencia, desde que nuestra madre nos traía al mundo hasta cuando nuestro cuerpo entraba en el horno de incineración.” 

LA INVASIÓN 
CRÓNICA DE UN FUTURO INMEDIATO 
Capítulo IX 

 Karl se derrumbó como un saco sobre el sillón situado frente al ordenador. La boquilla de su amada pipa crujió entre sus dientes al tiempo que soltaba uno de sus juramentos preferidos en el más puro estilo berlinés. Mascullaba frases que yo no alcanzaba a traducir. Mi alemán no era precisamente de excelente calidad. Al fin Karl carraspeó, mirándome fijamente. 

-Pablo, saca una copia de la grabación de Max y desaparece con ella. Te espero dentro de dos horas en el café “Bremen”. Está en el bulevar Kurfürstendamm, ya sabes, cerca del hotel donde te hospedas. Y prepara el equipaje. Nos vamos de viaje. 

-Para salir de Berlín necesitaremos una orden de trabajo, digo yo. 

-No te preocupes por los detalles, déjalos de mi cuenta. Ahora graba una copia y después intenta destruir la grabación de entrada en el registro de la computadora central. 

-Eso va a ser más difícil, Karl. La transferencia de imagen se archiva automáticamente. Quizá lo que pueda conseguir, sea anular el sonido. 

-Haz lo que sea, pero hazlo rápido. Se está cociendo algo gordo. 

 Cuando a Karl Weser le daba por rascarse con insistencia el trasero, no cabía la menor duda que algo grave se cocía en el ambiente. Era un tic nervioso habitual en él que denotaba su ansiedad ante determinada circunstancia y que no cesaba hasta que el problema entraba en vías de solución. Esta vez el problema era grave y Karl se rascaba con insistencia a dos manos su orondo trasero berlinés. 

-Copia del original efectuada, y el audio de la banda sonora continúa activo. Las imágenes están archivadas pero no tengo acceso a ellas en la computadora central para borrarlas. 

-¿En la copia del original han quedado registradas las imágenes de los cuerpos en llamas? 

-Por supuesto, todas sin excepción. 

-Algo es algo, Pablo. Cuando suba arriba intentaré colarme en los registros de archivos y le fundiré los plomos a esa espía hija de puta. 

 Karl odiaba profundamente a “Berta”, nombre en clave de nuestra computadora central de registro. En más de una ocasión, cuando lograba infiltrarse en sus instalaciones, provocaba intencionadamente averías en sus circuitos y en el sistema electrónico de almacenamiento de datos. Karl argumentaba que la única solución para que el ser humano continuara siendo libre, pasaba por la destrucción de la tecnología informática. 

 Ciertamente nuestra sociedad vivía atrapada por los ordenadores. Dependíamos de ellos para desarrollar nuestra existencia, desde que nuestra madre nos traía al mundo hasta cuando nuestro cuerpo entraba en el horno de incineración. Karl tenía su punto de razón en según qué aspectos con relación a “Berta”. Los miles de trabajadores al servicio de Cyber-Reuters, estábamos fichados. Los circuitos integrados de “Berta” guardaban en su interior miles de millones de datos concernientes a todo el organigrama empresarial de la Cadena. 

 Desde lo más ínfimo hasta lo más importante y notable, ningún detalle escapaba a su labor de control y seguimiento. Cualquier aspecto íntimo, personal o profesional pasaba por el tamiz electrónico de sus valoraciones, acusando o absolviendo al sujeto bajo observación cibernética. Karl se la tenía jurada. Su máxima aspiración era ver volar a “Berta” por los aires desde el piso 70, convertida en un montón de retorcidos y chamuscados circuitos. Le brillaban los ojos cuando mentalmente visualizaba la acción de sabotaje. 

 -Bueno, ya está – concluí, guardando el diminuto pen drive en un estuche estanco – Y ahora, ¿Qué coño hacemos con esta copia? 

 -Muchacho, creo que ya va siendo hora que abandones el despacho y salgas del huevo. Lo que tienes en la mano es una pequeña bomba de relojería en comparación a lo que se está fabricando ahí afuera. Si de verdad quieres saber lo que es periodismo de choque, levanta el culo y sígueme. Si por el contrario lo que deseas es llegar a tener grabado tu nombre en la puerta de este despacho y jubilarte a los cincuenta, entonces quédate sentado y que te follen. 

 -Sabes muy bien que odio el periodismo burocrático, no me jodas – le contesté ofendido, levantándome rápidamente de mi asiento – Lo dicho. Te espero en el “Bremen” dentro de una hora. 

 Karl me sujetó por el brazo mirándome seria y fijamente a los ojos. 
 -Otra cosa, muchacho. Recoge todo tu equipaje y cancela la cuenta del hotel. No regresaremos a Berlín hasta pasado un tiempo, dependiendo claro está de cómo se desarrollen los acontecimientos. Y te advierto: es posible que tengamos que salir por pies de Alemania. Quien avisa no es traidor. 

 Su gesto y tono de voz no admitían réplica. Normalmente el comportamiento personal del orondo y veterano periodista berlinés Karl Weser, era de una total beatitud y despreocupación cuando hablaba. Pero en aquellos instantes la expresión de su rostro denotaba contenida furia e inquietud. 

 -Te seguiré hasta el infierno, ya lo sabes. Ve con cuidado con lo que haces, viejo.  

 -Descuida. Y tú procura no despertar sospechas a la salida del edificio. Camufla el pen drive dentro del forro del abrigo – me advirtió – y por mí no te preocupes. Soy perro viejo en estas lides y todavía no se ha fabricado la jodida computadora que pueda pillarme en fuera de juego. Lárgate de una vez. 

 -Jawohl mein Kamerad. 

 Karl me despidió con una sonrisa. 

 -Eres un desastre. Nunca pronunciarás correctamente el idioma alemán. Prefiero continuar hablándote en castellano. Esfúmate ya. 

 Recogí el abrigo y el portafolio introduciendo disimuladamente el pequeño pen drive en el interior de mi vacío paquete de cigarrillos; mientras, observaba como Karl se situaba de espaldas a las cámaras de observación en circuito cerrado que fiscalizaban todos nuestros movimientos. Con total naturalidad me dirigí hacia los lavabos, único punto libre de fiscalización visual aunque no del todo, la verdad sea dicha. 

 El sector destinado exclusivamente a lavatorio de manos, contaba con un ojo de observación que controlaba el tiempo invertido por los usuarios de los servicios en lavarse las manos, peinarse o afeitarse. Los únicos lugares libres de vigilancia eran las cabinas privadas que se utilizaban para realizar los actos puramente fisiológicos. Por cierto, que no siempre fue así. 

 Cuando se inauguró la sede central de Ciber-Reuters, cada metro cuadrado del edificio se encontraba bajo observación televisiva incluyendo las cabinas privadas destinadas a uno y otro sexo. Fue necesaria una revolución laboral en toda regla, para que los actos fisiológicos de los empleados no fueran transmitidos en directo a la sala de control inteligente del complejo informático. Los visores de observación electrónica situados en el interior de las cabinas fueron eliminados, aunque las cámaras exteriores continuaban controlando los tiempos muertos de los empleados. 

 Penetré en la cabina más alejada a la puerta de entrada a los servicios, cerrando el pestillo tras de mí. No me fue del todo fácil descoser el forro interior de mi abrigo, mientras convenía mentalmente que mis habilidades como sastre no estaban a la altura de las circunstancias. Al fin pude desprender la tela lo suficiente, como para introducir entre el forro y el paño de lana exterior el reducido estuche que contenía en su interior la copia del reportaje enviado por Max Stern desde Schwedt. 

 Había tomado la precaución de llevar conmigo un pequeño tubo de pegamento rápido, que utilicé para sellar la abertura producida entre ambas telas. El diminuto pen drive quedaba a buen recaudo. En el control de salida tan sólo se preocupaban de revisar el contenido de los portafolios y objetos de mano, mientras que los chivatos de alarma se activaban cuando alguien intentaba escamotear elementos informáticos previamente reconocidos por “Berta”. 

 No era mi caso. El pen drive que se hallaba camuflado en el interior de mi abrigo no había pasado por el registro de archivos y por lo tanto no estaba magnetizado ni protegido contra fugas de datos informáticos. Tan sólo cabía la posibilidad de que las cámaras fijas de observación situadas en nuestro despacho, hubieran captado el preciso instante en el que se estaba produciendo la copia pirata, pero eso era muy difícil de demostrar. 

 A pesar de toda la vigilancia televisiva, la sala de control era atendida solamente por cinco hombres y cinco mujeres que tenían a su cargo 150 pantallas interconectadas a 2.800 cámaras, repartidas desde la planta baja al piso 69 lo que significaba 40 cámaras por planta. Demasiados puntos de observación para ser atendidos simplemente por diez empleados, más bien dedicados a escudriñar en el interior de los lavabos que a ejercer en otros menesteres de vigilancia propios de su cargo. 

 Cuando llegué a la planta baja del edificio me situé frente a uno de los controles de salida, atendido precisamente en aquellas horas de la mañana por una vigilante con la cual yo tenía mucho que ver. Rita Kauffmann me envolvió con su mirada provocativa y viciosa antes de que yo llegara frente a la cinta bajo su control. Sin duda recordaba el último revolcón que ambos protagonizamos días antes en el asiento trasero de su coche, una fría y lluviosa noche a orillas del lago Wannsee situado en el interior del bosque de Grünewald. 

 En aquella ocasión fui literalmente violado por Rita, valkiria come hombres que con su metro noventa de altura y con la melena al viento, me cabalgó hasta la extenuación dejándome hecho unos zorros. 

 Una inoportuna avería en mi vehículo a la hora de ponerlo en marcha en la zona de aparcamiento, fue el desencadenante de mi encuentro con Rita que, solícita, se ofreció a llevarme hasta mi hotel. Su coche se encontraba aparcado junto al mío en el subterráneo número 3 del complejo Cyber-Reuters. Mi reloj marcaba las nueve de la noche y en el exterior estaba lloviendo a mares, así que opté por aceptar su amable ofrecimiento y salimos del aparcamiento con dirección a mi hotel situado en el bulevar Kurfürstendamm, a cinco minutos escasos de donde nos encontrábamos. Me pareció oportuno agradecerle de algún modo la molestia que se estaba tomando conmigo, y la invité cortésmente a tomar una copa en el bar de mi hotel. 

 -Para mí no es ninguna molestia, al contrario – me contestó mientras conducía y enfilaba la Friedrichstrasse, sin quitarse el cigarrillo de la boca – Me encanta que estés sentado a mi lado. Los hombres españoles me ponen cachonda. 

 No me dio tiempo a reaccionar a la frase. Su mano derecha se deslizó por mi pierna hasta encontrar el objetivo que andaba buscando. Al principio me sentí ofendido según el concepto hispano de lo que para mí significaba la conquista del elemento femenino, pero tan sólo fue un momento. Después me relajé, dejándola hacer. Recordé que me encontraba en Alemania y que en aquellos años la mujer europea se hallaba totalmente desinhibida de los prejuicios de comportamiento sexual que habían marcado la existencia femenina durante más de veinte siglos. 

 Sin dejar de conducir, Rita continuó acariciando su presa con auténtica maestría. De vez en cuando giraba la cabeza y entreabría lujuriosamente sus labios enseñándome y moviendo lentamente la lengua. Era la primera vez que me encontraba ante un caso semejante, a pesar de que a lo largo de mi vida sexual me las había visto de todos los colores. Mi hotel quedaba ya lejos. 

 Rodábamos lentamente por una de las carreteras que atraviesan el interior del bosque de Grünewald, en medio de una impresionante tromba de agua. Rita parecía conocer al dedillo todas las veredas del parque y detuvo el coche en un mirador frente al lago Wannsee. 

 -Vamos, querido. Ya va siendo hora de saber cómo te comportas – me comentó Rita, al tiempo que se desprendía de toda su ropa – Veamos si sabes manejar convenientemente eso que tienes entre las piernas. 

 Por lo visto la experiencia nocturna a bordo de su coche la satisfizo plenamente. 

 Ahora Rita Kauffmann me observaba desde el otro lado de la cinta de control, al igual que un lobo pudiera hacerlo con su presa. Aguanté su mirada, devolviéndole una sonrisa entre avergonzado y confuso. Al parecer, esa reacción por mi parte la excitó todavía más. No hizo ni caso al portafolios que pasó ante la cámara de rayos X sin que Rita prestase la más mínima atención a la pantalla. De haberlo sabido, hubiera podido sustraer una fortuna en CD con información reservada. 

 -Te espero esta noche a las ocho en la zona de aparcamiento – me dijo por lo bajo entregándome el maletín al tiempo que clavaba sus uñas en el dorso de mi mano – Te invito a cenar en mi apartamento. 

 Sus ojos siguieron mis pasos cuando me alejaba de ella camino de la salida. Sin duda, Rita se estaba relamiendo por anticipado pensando en el ágape nocturno, ya que yo era su plato favorito, de eso no cabía la menor duda. Sonreí entre dientes imaginándome a la nibelunga de guardia en el subterráneo número 3 a la espera de su cena a la española, pero era evidente que tal y como se estaban desarrollando los acontecimientos, a las ocho de la noche yo ya estaría muy lejos de Berlín. 

 A la salida tomé un taxi que me condujo directamente a mi hotel. Recogí el equipaje, cancelé mi cuenta y caminando rápidamente me desplacé hasta el cercano bulevar Kurfürstendamm donde se hallaba ubicado el café “Bremen”. Karl Weser ya estaba allí aguardando, nervioso e impaciente, con el rostro desencajado y echando humo por su astillada pipa bávara de brezo. 

-Nos largamos ya, Pablo. 
-Aguarda que me tome un café. 
-No hay tiempo para cafés. 
-¿Y eso porqué? 
-Hace media hora que ha estallado la Tercera Guerra Mundial. 

(Continuará) 

LA INVASIÓN 
Copyright © 2014 José Luís de Valero. 
Todos los derechos reservados.

4 comentarios:

  1. JOOODEEER, HERMANO JOSE LUIS. NO TE CREAS QUE NO HE LEIDO LOS CAPÍTULOS ANTERIORES, ES QUE ESTOY MÚ PREOCUPAU CON EL "FILOVIRUS" QUE EL MALDITO N.O.M. BIOTERRORISTA, HA CONSEGUIDO QUE SU MARI-ONETA MARI-ANO, NOS "META EN EL CORAZON DE ESPAÑA", CON TOTAL CINISMO BUENISTA E HIPÓCCRITA.
    TU NOVELA ES "AUTÉNTICAMENTE ESTREMECEDORA" POR SU REALISMO Y POR EL DERROCHE DE "CONOCIMIENTOS" QUE VIERTES EN TUS LÍNEAS.
    DEFINITIVAMENTE, HE QUEMADO MI VIEJO MANUSCRITO SOBRE EL TEMA... EL MÍO ES TAN "DULCE" COMO UN PATIO DE GUARDERÍA EN COMPARACIÓN.
    ¡ASÍ QUE LO PASÉ "A LANZALLAMAS MECHERIL" SIN NINGÚN TIPO DE CONSIDERACIÓN!
    Espero Que Te Encuentres Todo Lo Bien Que Yo Te Deseo. Un Grande Y Fraternal Abrazo.
    Un Brindis Con GALILEO (Que resulta Que Es Un Vino Que Se Hace Ahora Por Mi Tierra)
    Hisopazo de Clorhídrico Para HIDEPUTAS EN GENERAL.
    Y
    ¡¡RIAU RIAU!!

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    1. Mi querido e inolvidable Old Nick.
      Ando estos días algo pocho y joío, aunque no de Ébola o similares puesto que `permanezco recluído en mi búnker cibernético sin ganas de ná de ná. Hay días que ni me conecto al ordenata. Sin duda estoy pasando por un cambio en mi estructura molecular y es hasta posible que me vuelva más majara de lo que ya lo estaba. Esto debe ser cosa de los años que uno carga en su chepa, De todas formas me he tomado unos días de sabático descanso.

      El próximo Capitulo X será el último de la Primera Parte de esta novela alucinógena. Una vez que lo suba a este Infierno entraré en fase de hibernación temporal. O sea. de vagancia total, porque cada día que pasa me doy perfecta cuenta que eso de estar permanentemente conectado a un blog con el fin de que te lean o alguien te haga el menor caso, es una perfecta estupidez.

      Y este mundo de blogeros está a tope de estúpidos soplapollas que se creen el ombligo de Blogger y lo único que les preocupa es recolectar el mayor número de visitas y comentarios., convirtiéndose de tal guisa en esclavos de blog. Y yo hace años que estoy al pairo de tal esclavitud. Por eso publico lo que me apetece cuando me sale de los cojones sin importarme si lo escrito es o no lo correcto.

      Bueno, mi querido Manuel, creo que te he largao una tocho-respuesta. Ya sabrás disculparme, pero me acabo de levantar de la piltra, tengo empañaos los circuítos y los fusibles a medio gas.
      Brindo por ti, por todos los que son como tú, y también brindo por la Vida.
      Recibe mi siempre fraternal abrazo.

      ¡¡RIAU RIAU!! ¡Urbi et Orbe !


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  2. ¡¡AAAAMÉEEEN Y RE-RIAU RIAU!!
    Lo De La Preocupación Por El PUTO VIRUS, No Se Debe A Que Le Tenga MIEDO POR MÍ,-Que De Algo Hay Que Reventar, Si Vamos A Eso-, Lo Que Ocurre Es Tengo Familia Muy Próxima Al FOCO DE INFECCIÓN Y ME PREOCUPO POR ELLOS.
    Por Lo Demás Que Los Que Nos Han Traido Esa MIERDA, PAGUEN SU "DELITO SANITARIO" (BIOTERRORISMO, MÁS BIEN),, Con Su Sucio PELLEJO Y Que No Tenga Que MORIR GENTE INOCENTE POR SUS OBRAS AL SERVICIO DEL PUTO N.O.M..
    ABRAZO FRATERNAL.
    BENDICIONES URBI ET ORBE SOBRE TÍ
    Brindis Con GALILEO
    Y
    ¡¡RIAU RIAU!!

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    1. A mí tampoco me preocupa el virus porque de algo tendré que palmar, y encima estos últimos años los estoy viviendo de propina. Lo que me preocuparía sería contaminar a los demás, aunque caso de ser portador del Ébola, no me importaría en absoluto entrar en el Congreso de los Imputados y empezar a escupir a diestra y siniestra a todo bicho viviente.

      El otro día tras despertar de la siesta me partí el pecho de risa, ya que en el sueño me veía ideando un nuevo método de terrorismo urbano. Consistía en que yo viajaba en el Metro ataviado con una escafandra, guantes y una bata verde de esas que llevan los cirujanos. Como remate al atuendo llevaba un cartel con el aviso: "Experto en Virus". Y no veas la se se liaba entre la peña cada vez que se abrían las puertas de vagón y yo hacía acto de presencia. Todo Cristo a la fuga. Se tiraban hasta por las ventanas.
      En fin que como dijo Calderón, "Los sueños, sueños son".

      Un abrazo y ¡¡RIAU RIAU!! URBI ET ORBE
      (menos pa los joputas del Congreso, claro está)

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