

Y yo añado al título de este post, que además de palmarla en la batalla de Little Big Horn, lo hicieron con deshonor ya que previamente habían manchado su bandera con sangre inocente. Buceando en la Historia de los Estados Unidos, podemos comprobar que el siempre admirado y condecorado General Custer (después degradado a teniente coronel) era un jodido racista, esto está fuera de toda duda. Y además de racista, un maldito asesino sin entrañas.
Una de sus primeras “hazañas bélicas” sucedió en Noviembre de 1868 en el río Wichita. Los arapahoes (tribu India) junto a su jefe “Marmita Negra” vieron como Custer y el 7º regimiento de caballería arrasaba su poblado. La masacre fue tremenda: unos doscientos Indios (la mayoría mujeres y niños) y el propio “Marmita Negra “, murieron en aquel ataque. Sólo once de ellos eran guerreros cuyo único armamento se componía de arcos y flechas.
Además de racista y asesino, Custer era un chulángano prepotente de armas tomar. Esa chulería y prepotencia le costó la vida y la de los 268 hombres que componían el 7º de Caballería. Lo cierto es que en la batalla de Little Big Horn, el teniente coronel Custer atacó sin tener conocimiento exacto del número de Sioux ni de Cheyenne que se hallaban en el campamento y que se le venían encima a galope tendido, a pesar de las advertencias de sus exploradores nativos que le aconsejaron no atacar y esperar refuerzos.
Pero Custer tenía prisa por atacar y derrotar a la totalidad de las tribus indias, ya que ocho días después (el 4 de julio) se iba a celebrar el centenario de la Independencia de Estados Unidos. Además ese mismo día se reunía la convención del partido demócrata que iba a nominar los candidatos a la Presidencia, y Custer deseaba convertirse en Presidente para dirigir los destinos de su patria.
En tanto que la batalla de Little Big Horn constituyó un triunfo para los indios, éstos no pudieron frenar el avance de los colonos blancos ni de la construcción del ferrocarril. Semanas más tarde, tras ser derrotado en dos combates, el jefe sioux Tasunka Witko fue acribillado por las bayonetas yanquis. Otro tanto le sucedió a Caballo Loco, asesinado en su propia celda.
El General Sheridan fue otro de los genocidas yanquis que mediante sus ataques masacró a los pueblos indígenas. A él se le atribuye una frase pronunciada y escrita en los anales del Congreso, como procedimiento para solventar de una vez por todas, el problema de las tribus indias: “Es precisa una Solución Final”, frase que en el siguiente siglo volvió a repetirse en Europa.
Hace muchos años, en unas inolvidables vacaciones viajé a USA. Pero yo siempre he sido un viajero atípico, una especie de hurón al que le ha encantado husmear a través de la historia y de las gentes que vivieron y murieron en ella. Además de los vídeos que veréis al final de este post, os ofrezco un capítulo que algo tiene que ver con la Historia USA, significando que fue vivido por mí en primera persona.
Capítulo de mi novela
RELATOS DE VIAJES Y DE VIAJEROS.
Copyright © 2010 José Luís de Valero
Todos los derechos reservados
SOUVENIR, MADE IN U.S.A
Uno de los peores recuerdos que guardo de mi infancia ocurrió en el interior de un cine de barrio cuando comprobé que los buenos, o sea el 7º de Caballería a las órdenes del General Custer, lo tenían crudo frente a los malos, o séase, los cuatro mil indios que como energúmenos, se lanzaban a tumba abierta sobre el mítico destacamento militar estadounidense.
Lo cierto era que el título de la película, “Murieron con las Botas Puestas” de entrada no presagiaba nada bueno y recuerdo que me aferré a la mano de mi abuelo, intuyendo la masacre que se avecinaba en Litte Big Horn. .
-¡Se los van a cargar, abuelo! – exclamé.
-Me alegro – contestó satisfecho, haciendo crujir su dentadura postiza – Se lo tienen bien merecido, por villanos.
Confieso que esta última palabra en aquellos momentos me entró por un oído y salió por el otro. El abuelo era dado a rubricar las frases con adjetivaciones o calificativos más o menos grandilocuentes y la verdad, en aquellos instantes, mis ojos y mis sentidos bastante tenían con asistir a la escabechina que se estaba produciendo en la pantalla. Errol Flynn mordía el polvo empuñando el sable, mientras Caballo Loco (Antony Quinn) pasaba a su lado galopando a rienda suelta arrebatándole el banderín bordado con la enseña del 7º C.
Cuando llegué a mi casa lo primero que hice después de reponerme de la tragedia, fue buscar en el diccionario el significado de la palabra “villano” y cuál sería mi sorpresa al comprobar que en su apartado de adjetivación figurada, mis héroes del 7º de Caballería con Custer a la cabeza eran considerados como “personas ruines, indignas, rústicas o descorteses”. Eso marcó mi niñez, ¡Oh cielos!.
Pasaron los años y uno de mis viajes me llevó a Estados Unidos, cerca del antiguo territorio de Dakota del Sur, hoy Estado de Montana. Me alojé en un destartalado motel de carretera situado en las afueras de la población de Busby, la “capital” por definir de algún modo, el asentamiento de la Reserva India Cheyenne.
El viejo John, propietario del infecto cuchitril que albergaba mi persona, era conocido por el apelativo de Alce Altivo puesto que según él, descendía por vía directa del mismísimo escroto de Caballo Loco. Los rasgos físicos de John ratificaban sin duda su casta Cheyenne. De alta y poderosa complexión, Alce Altivo hacía honor a la estirpe de su rancio linaje, tanto por su presencia como por su concepto de la hospitalidad y exquisito comportamiento con los huéspedes del motel, que asistíamos cada noche a una representación de folklore indio protagonizada por John y la totalidad de su numerosa familia.
Era ciertamente emocionante contemplar la figura de Alce Altivo engalanado con todas sus plumas, danzando alrededor de la hoguera. Antiguos tambores de guerra diestramente manejados por sus hijos y nietos, acompañaban los cánticos del viejo indio que con los brazos elevados al firmamento dirigía sus plegarias hacia las estrellas, lugar de reposo del Gran Manitú. Era entonces cuando su rostro adquiría toda la expresión y la fuerza que un día hizo famosa y temible a su raza.
Sin duda, el viejo John llevaba grabado en su semblante todos los primitivos genes atribuibles a Caballo Loco, insigne guerrero cheyenne que en contubernio con el pueblo sioux de Toro Sentado, dieron caña a Custer y sus muchachos, pasaportando al 7º de Caballería al séptimo cielo por siempre jamás, amén.
Sea como fuere, con el achacoso Alce Altivo trabé una buena amistad durante mi tiempo de estancia en Busby. Además de regentar el vetusto motel, el viejo se dedicaba a fabricar artesanalmente distintos productos de corte puramente indio a pesar que no eran precisamente los más vendibles de cara al turismo motorizado que pernoctaba en el motel.
Un caluroso 25 de Junio el descendiente de Caballo Loco me invitó a subir a su destartalada furgoneta cargada hasta los topes con cajas de cartón, emprendiendo viaje acto seguido hacia el Monumento Nacional de Litte Bighorn.
-Hoy hace un siglo que mi pueblo trituró a los guerreras azules – masculló por lo bajo, desplegando un tenderete de souvenirs a los pies del Monumento.
De las profundidades de la furgoneta comenzaron a surgir, sables, gorros, lanzas, arcos, flechas y una ingente cantidad de banderines con el emblema del masacrado 7º de Caballería. El público asistente a la fiesta, – literalmente – tomó al asalto el tenderete de Alce Altivo en busca de un recuerdo conmemorativo de la efeméride mediante la cual, el Ejército de Caballería USA había mordido el polvo en las praderas de Litte Bighorn.
Alce Altivo acabó con todas las existencias de banderines y tras un frugal refrigerio regresamos a Busby al caer la noche. El descendiente de Caballo Loco me invitó a cenar para celebrar el acontecimiento que conmemoraba la tunda recibida por Custer y sus acólitos a manos de sioux y cheyennes. Después de cenar, Alce Altivo encendió su vieja pipa india ofreciéndomela para que pudiera compartirla con él en paz y armonía. Tras el ceremonial previo y después de las preceptivas caladas, el viejo indio que no había despegado los labios durante el transcurso de la cena, habló dirigiéndose a todos los presentes, aunque a nadie en particular.
-Custer era un ser prepotente, se creía un dios, pero se enfrentó a la mejor caballería del mundo – comentó orgulloso Alce Altivo, mientras tomábamos café bajo el porche.
Ante el silencio de los presentes, me pareció oportuno intervenir en defensa de Custer y sus muchachos, más que nada, obligado por el recuerdo al héroe-villano de mi infancia.
-Doscientos sesenta y ocho hombres no tenían ni una sola posibilidad contra cuatro mil guerreros, jefe – repuse, recordando a Errol Flynn con su rubia melena al viento al frente del masacrado 7º de Caballería – Además gracias a eso, usted hace business con los banderines y el resto de souvenirs.
Alce Altivo se levantó de la mesa indicándome que le siguiera hasta el granero que hacía las veces de almacén de víveres y taller artesanal de souvenirs.
-Los banderines no son nada, comparado con el business que tengo preparado para el año próximo – contestó eufórico, mostrándome el interior de un arcón del que surgieron unas deterioradas botas de montar – ¡Pienso vender copias de las botas de Custer!
-¿Igual a éstas? – pregunté extrañado ante la piltrafa de botas que veían mis ojos.
-Iguales no. Estas son las originales – repuso Alce Altivo guardando rápidamente las botas en el viejo arcón, por donde sobresalía un viejo y ajado banderín junto a un cuero cabelludo en el cual podía apreciarse un mechón de rubios cabellos.
Copyright © 2010 José Luís de Valero.
Todos los derechos reservados
En este primer vídeo he montado el tramo final de la película Murieron con las Botas Puestas. Una de las mejores frases procede del primer oficial de Custer, inglés por cierto, cuando le dice: “-¿Qué se creen ustedes, los americanos?..Los únicos americanos que hay aquí son los que están al otro lado de la colina con plumas en la cabeza”-
MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS
MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS por devalero
A continuación os ofrezco el Documental
La Batalla de Little Big Horn dividido en 4 partes
Históricamente, el más real de todos los que se han hecho
Batalla de Little Big Horn ( 1ª Parte)
Batalla de Little Big Horn ( 2ª Parte)
Batalla de Little Big Horn ( 3ª Parte)
Batalla de Little Big Horn ( 4ª Parte)
Como final de sesión cinematográfica, os aconsejo que si queréis ver con su máxima crudeza cómo se realizaban las limpiezas étnicas en USA, abrir esta película basada en un hecho real y situar el cursor en el minuto 1hora 19 segundos y dejarlo correr hasta el final de la cinta. Por supuesto podéis contemplarla desde su inicio, pero quizá sea en su tramo final cuando Hollywood, por una vez en su vida, puso a los asesinos yanquis en el lugar que les corresponde.
SOLDADO AZUL