“El día que la Estatua de La Libertad saltó por los aires convertida en un amasijo de bronce retorcido, fue la jornada en la cual se consolidó La Gran Hecatombe. El salvajismo y el caos se adueñaron de las calles de todas las poblaciones democráticas del mundo.”
LA INVASIÓN
CRÓNICA DE UN FUTURO INMEDIATO
Capítulo IV
La Era del Terror estalló en New York a las 8,45 a.m del 11 de Septiembre de 2001, cuando el fundamentalismo islámico se lanzó desde las alturas de Manhattan como un ave de presa sobre su víctima, que confiada, se desperezaba tranquilamente a un nuevo amanecer con los primeros rayos del sol.
Aquel día, dos fanáticos halcones de la Yihad islamista abatieron de sendos zarpazos a un águila hasta entonces orgullosa de su poderío, segando con su ataque miles de vidas y haciendo añicos los símbolos del capitalismo y militarismo norteamericano. Fue el inicio de lo que después se dio en llamar La Gran Hecatombe, que se extendió por toda la Tierra de norte a sur y de este a oeste.
El fanatismo islámico igualmente se ensañó en ciudades como Madrid, Londres, París y Roma, a la par que el Estado de Israel iba destrozando obús tras obús la franja de Gaza, masacrando al pueblo palestino.
En el nombre de Alá, millones de seres humanos iniciaron su particular Cruzada del Terror sembrando la destrucción y la muerte. Los líderes políticos y religiosos del mundo islámico se unieron formando un frente común contra el infiel Occidente y sobre todo, contra Israel y el pueblo judío. El mundo occidental no acababa de entender el fanatismo religioso de las consignas islámicas, que impulsaba a sus creyentes a inmolarse en pos de la victoria final.
La ejecución mediante degüello de rehenes civiles y su retransmisión en directo vía Internet, fueron las gotas que colmaron el vaso de la paciencia de Occidente.
Los Estados Unidos de Norteamérica se erigieron entonces en baluarte y líder mundial contra el terrorismo. Como miembro de la OTAN el ejército USA formó un bloque militar con los países que conformaban el Tratado del Atlántico Norte, barriendo sin piedad vidas y haciendas situadas dentro de territorios agrupados bajo la bandera de la media luna. Irak y Siria fueron sus primeros objetivos.
Norteamérica y sus aliados tomaron cumplida venganza de los daños causados por los fanáticos ataques suicidas, auspiciados por líderes religiosos, dirigentes políticos y militares musulmanes que nada tenían que perder salvo su propia existencia. Una existencia por cierto, caótica e infame. El llamado Tercer Mundo ocupado por el Frente Islámico Internacional también agrupaba a millones de seres humanos sumidos en la pobreza más absoluta, sentenciados a la muerte por inanición, pandemias y enfermedades congénitas.
Los ataques del Islam se multiplicaron no sólo en Europa.
También Norteamérica volvió a sufrir en sus carnes la ofensiva de los desesperados acólitos de Alá, que no dudaron en destruir objetivos civiles y militares en el mismo corazón de Estados Unidos.
El día que la Estatua de La Libertad saltó por los aires convertida en un amasijo de bronce retorcido, fue la jornada en la cual se consolidó La Gran Hecatombe. El salvajismo y el caos se adueñaron de las calles de todas las poblaciones democráticas del mundo. Miles de musulmanes que habitaban en ciudades europeas y americanas fueron masacrados en sus casas, en las calles o en las propias escuelas. Todas las mezquitas y establecimientos que olían a Islam, fueron destruidos en un aquelarre de venganza y odio imposible de frenar.
A pesar de los llamamientos al orden por parte de las autoridades civiles y militares, el pueblo llano se lanzó a las calles intentando exterminar por su cuenta el estigma del Mal, que ciertamente, no poseía un ejército definido a pesar que mil quinientos millones de creyentes repartidos por todo el mundo se encargaban de mantener viva la llama del odio.
El terrorismo de Estado y el terrorismo civil se adueñaron del planeta Tierra. Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis que presagió San Juan y que tan certeramente describiera Vicente Blasco Ibáñez en su obra homónima, galoparon y todavía galopan sin freno por un mundo que ha dejado de estar vivo y ser civilizado, para convertirse en un inmenso depósito de cadáveres cuyos verdugos enarbolan la bandera de la barbarie.
La vieja Europa sucumbe. La cruz está siendo vencida por la media luna, mientras los Estados Unidos se encuentran parapetados en el otro hemisferio tras las barras y estrellas de una bandera desprestigiada por los propios actos de represalia y venganza norteamericanos.
Si bien es cierto que las acciones terroristas provocadas por la yihad o “Guerra Santa” fueron el fulminante que hizo explotar el polvorín de Oriente Medio provocando ataques suicidas por todo el orbe y causando miles de víctimas, también lo es que fue mucha la sangre musulmana que se derramó en la primera y segunda década del milenio.
La operación “Libertad Duradera” iniciada en Septiembre de 2001 midió con el mismo rasero a culpables e inocentes.
Cientos de miles de civiles fueron exterminados por fuego o por hambre en Afganistán, Irán, Pakistán, Irak, la franja de Gaza y demás países que formaban el marco bélico de una conflagración mundial sin precedentes en la historia de la humanidad.
Las poblaciones civiles siempre fueron las depositarias de toda la escoria que desprenden las guerras provocadas por los fanáticos religiosos, políticos y militares. En aquel tiempo a los civiles occidentales tan sólo les asistía el derecho a quejarse en manifestaciones pacíficas con una pancarta en la mano; hasta que estalló La Gran Hecatombe. Entonces todo cambió. Las poblaciones europeas y norteamericanas se convirtieron en manadas de lobos sedientos de sangre islámica, sin que les importara si sus portadores fueran o no terroristas.
La frase según la cual “el mejor terrorista es el terrorista muerto”, fue el santo y seña de millones de personas en todo el mundo occidental. La sangría humana se extendió en principio por Europa al ser el continente con mayor número de inmigrados procedentes del mundo islámico. Estados Unidos no quiso ir a la zaga y mediante asociaciones terroristas de índole civil y paramilitar, los integrantes de las mismas se lanzaron a la más sangrienta caza del hombre que jamás vieron los siglos.
El día que la Estatua de La Libertad despareció de New York, fue el inicio de la Gran Hecatombe. El ser humano dejó de serlo para convertirse en feroz bestia cuyo único objetivo era la supervivencia y la venganza a toda costa. Los actos civiles y religiosos a favor de las víctimas del terrorismo se dejaron a un lado para dar paso a la ley de Talión, ojo por ojo y diente por diente.
El territorio norteamericano fue cribado palmo a palmo por destacamentos de milicias paramilitares en busca de cualquier individuo con rasgos árabes. Poco importaba si cuando eran capturados exhibían documentación norteamericana con la cual podían certificar su nacionalidad; eso no afectaba a las patrullas ciudadanas cuyo único objetivo era no dejar ningún posible terrorista vivo.
El destino de los detenidos era siempre el mismo; Paliza brutal e internamiento en campos de concentración clandestinos habilitados para otorgar una muerte rápida y económica: Electrocución masiva. Cincuenta, cien o más individuos esposados a cables de alta tensión, eran pasaportados al unísono hacia el jardín de Alá sin el mínimo juicio previo. El gobierno USA estaba al corriente de tales acciones, más de igual forma las ignoró dejando vía libre a las milicias ciudadanas para que destruyeran todo vestigio islámico que pudiera estar asentado dentro del territorio estadounidense.
La total censura informativa se impuso entonces en la nación que siempre había enarbolado la bandera de las libertades democráticas, entre las que figuraba la Libertad de Prensa. El derecho a la libre expresión e información fue abolido parcialmente mediante una decisión conjunta del Congreso y del Senado, por la que se prohibía la difusión hacia el exterior de cualquier acto que tuviera algo que ver con la vendetta que se estaba produciendo en el interior de la nación norteamericana, no así con los actos terroristas que se producían en el país, que eran difundidos al resto del mundo a bombo y platillo.
La larga guerra y la posterior ocupación de Afganistán por parte de Estados Unidos y de las fuerzas de la OTAN habían causado y todavía estaban causando cientos de miles de bajas en el ejército estadounidense. La terrible recesión económica a escala mundial que se inició a finales de 2001, marcó perpetuamente al pueblo norteamericano que sabía había perdido para siempre su forma de vida, lo que le hizo sentirse acorralado tras sus propias fronteras.
Al comienzo del III Milenio, según datos oficiales, el total de refugiados hambrientos en todo el mundo ascendía a la cifra de cincuenta millones de seres humanos. El continente africano dividido en cuarenta y cinco países y con más de seiscientas etnias, albergaba millones de personas famélicas y al igual que África, Oriente Próximo y el Sureste Asiático, sus poblaciones se hallaban azotadas por el hambre y la miseria debatiéndose entre la vida y la muerte. China ya había blindado sus fronteras y puesto su ejército en alerta máxima.
Latinoamérica se retorcía impotente entre los desastres naturales, el hambre y los golpes de estado. Todo un cúmulo de desgracias que recaían directamente sobre el pueblo, carente de la más elemental de las defensas: la cultura. Los distintos gobiernos latinoamericanos más bien se preocuparon de expoliar a sus propios países, que en preparar a sus habitantes para la hambruna que se avecinaba en el mundo del III Milenio.
Los países sudamericanos abrieron sus fronteras y millones de personas se desperdigaron de sur a norte y por todo el mundo en busca de pan y de una vida digna. Fue como la rebelión de los esclavos. Una huida hacia delante sin que importasen las consecuencias; los esclavos creían que no estarían peor de lo que ya estaban en sus países de origen, pero se equivocaron.
Estados Unidos, duramente castigado en su orgullo y en su economía por la guerra en Afganistán y las acciones terroristas en su propio suelo, les cerró las puertas.
A los políticos y al pueblo norteamericano tan sólo les importaba continuar regentando la política administrativa de sus vecinos sureños, pero en modo alguno solventar los problemas de subsistencia de todo un ejército de parias hambrientos. La política colonialista estadounidense propugnaba y alentaba la inmigración de los más pobres hacia otras latitudes, pero no precisamente con dirección a su frontera con Méjico.
La línea fronteriza de Méjico con los Estados Unidos, fue literalmente tomada al asalto por un ejército de hombres, mujeres y niños desplazados desde sus países de origen. Desde los confines de la Patagonia pasando por el altiplano andino y desde las selvas amazónicas hasta Guatemala, el flujo humano en busca del Norte se agolpó en tierras mejicanas colapsando la ya de por sí colapsada República de Méjico.
Desde Tijuana en la costa del Pacífico, hasta Matamoros en la orilla caribeña del Golfo de Méjico, tres mil quinientos kilómetros de frontera estadounidense fueron invadidos por un contingente de parias famélicos y desarrapados.
Los principales pasos fronterizos de Tijuana y Mexicali en la Baja California, Nogales en la frontera con Arizona y El Paso, Piedras Negras, Laredo y Matamoros en su línea fronteriza con el poderoso estado de Texas, se vieron invadidos de repente por millones de seres humanos que en busca de pan y trabajo, llamaban a la puerta de los ciudadanos más ricos del planeta. Fue un levantamiento civil en toda regla que se saldó con miles de muertos.
A los mandatarios y al pueblo norteamericano la repentina invasión de sus fronteras les pilló de improviso, pero ello no fue óbice para que rechazasen de una forma brutal y sangrienta la ocupación extranjera.
El Congreso y el Senado aprobaron acatando de buen grado una propuesta presidencial mediante la cual el Departamento de Defensa se hacía cargo de la situación migratoria, con poderes absolutos para actuar militarmente en la zona conflictiva.
El Ejército USA y la Guardia Nacional del Estado de Texas tomaron cartas en el asunto supliendo a la Policía de Fronteras. Quince divisiones armadas con todos sus efectivos y reforzadas desde el aire por escuadrones de Caballería Aerotransportada se apostaron a lo largo y ancho de los límites divisorios de ambos países.
En los primeros días de ocupación fronteriza los Marines se lo tomaron como un paseo militar. Creyeron que soltando unas ráfagas al aire estaría todo solucionado, pero se equivocaron. Días más tarde sus armas automáticas tuvieron que apuntar a los desnutridos cuerpos de los invasores, sembrando de cadáveres la línea fronteriza de Estados Unidos con Méjico.
La CNN, exclusivista de la difusión de imágenes y noticias por televisión, cortó la emisión de programas en directo dejando al resto del mundo a ciegas respecto a la masacre que se estaba produciendo en la frontera. Sin embargo la TV azteca sí pudo emitir en directo la escabechina llevada a cabo por efectivos estadounidenses.
La Unión Europea tomó buena nota de tan expeditivos métodos. El viejo continente hacía años que se había convertido en la terminal de los más pobres del planeta y no sabía la forma de frenar la invasión.
Las primeras oleadas de parias se lanzaron al asalto en la autopista que une Tijuana con San Diego, en la Baja California. Los primeros disparos efectuados desde territorio norteamericano fueron con pelotas de goma, botes de humo y gases lacrimógenos pero la marea humana proseguía inexorablemente su avance.
Fue entonces cuando se recibió la orden presidencial de disparar a matar.
(Continuará)
LA INVASIÓN
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Una cosa si tengo clara: que ese pueblo está muy mal de la azotea. La peor droga que se puede tomar es el Corán. No quiero ser agorera pero veremos eso y mucho más. El mundo occidental (en mi opinión) no está preparado para la barbarie que representa ese pueblo y el día que nos toque, me gustaría antes de irme al otro barrio, ver colgados a todos esos dirigentes europeos que consintieron y subvencionaron nuestra muerte.
ResponderEliminarHoy he leído un artículo de Soeren Kern en el que dice: "Portugal, al igual que España, también ocupa un lugar destacado en un mapa elaborado por el EI que esboza un plan de cinco años para la ampliación de su califato islámico en Europa". Y un gili yihadista portugués asegura que "la guerra santa es la única solución para la humanidad".
Lo dicho, están mal de la azotea.
Sin duda que están mal de la perola.
EliminarPero como creo que estás siguiendo los capítulos de esta novela, verás que el MAL no sólo está en el Corán. La raíz del MAL anida en el interior del propio ser humano. Y si unos cientos o miles de esos seres humanos utilizan las consignas coránicas para sus fines políticos y religiosos y las extienden propagándolas en millones de seres humanos del Tercer Mundo carentes de pan, el germen de la violencia y de la venganza se extienderá sin duda sobre todo la Tierra.
En mi opinión, la única solución para la Humanidad sería arrasar a la Yihad y a los yihadistas con sangre y fuego.
Por supuesto que el mal está dentro de las personas, sea de cualquier raza o religión. Pero el Corán es malo a conciencia, a mi parecer, pero hay musulmanes que saben distinguir el trigo de la paja aunque desde pequeños los adoctrinen.
EliminarEs evidente que existen musulmanes practicantes que nada tienen que ver con la Yihad
EliminarYo conozco a un par de ellos y son excelentes personas. Aunque también es evidente que en España y en el resto del mundo existen cédulas durmientes yihadistas preparadas para el sacrificio.
El mundo está dividido en 2 bloques y parece que no aprendemos de los errores del pasado. Por cierto José Luis ¿Tienes cuenta de Twitter? Un saludo y enhorabuena por tu blog! Somos de Misión Presidente :-)
ResponderEliminarA/ De acuerdo con tu comentario: El mundo está dividido en 2 bloques
EliminarB/ Tengo cuenta en Twitter, pero casi ni la utilizo.
C/ No me apetece para nada ser Presidente.
Saludos.
JOOODEEER HERMANO JOSE LUIS. ¡MENUDA PUTADA!¡NO VA A QUEDAR NI UN SÓLO RINCÓN DONDE REFUGIARSE DESPUES DEL "SARTENAZO YANKY".
ResponderEliminarY Lo Peor Es Que Aunque LO ESCRIBAS Y DIFUNDAS, Los CRETINOS DESCEREBRADOS Y "BUENISTAS SUICIDAS" SEGUIRÁN SIN HACER NADA. ¡NISIQUIERA SE DEFENDERÁN Y PONDRÁN EL CULO EN POPA Y LA HASTA VASELINA!
HOY HE QUEMADO MI VIEJO MANUSCRITO SOBRE ESTE TEMA. Sólo Le Veía Una LARGUÏSIMA DOMINACIÓN. Trufada Con LUCHAS DE GUERRILLAS DESESPERADAS EN ZONAS INACCESIBLES...
Más O Menos COMO HACE SETECIENTOS Y PICO AÑOS.
Lo Que Sí Es Más Que PROBABLE Es El NEGRO FUTURO QUE PLANTEAS.
Hace Muchos Años, Leí Un Libro De PROFECÍAS ATRIBUIDO A ULRICO DE MAGUNCIA, UN FRAILE VISIONARIO, COETÁNEO Y AMIGO DE NOSTRADAMUS Y PLANTEABA EN PROSA Y CON DETALLES, LO QUE SERÍA EL FUTURO...
HABLABA DE LA "BATALLA FINAL DE LOS TRES REYES", EL BLANCO, EL NEGRO Y EL AMARILLO...
NO HACE FALTA QUE DIGA QUE DE TAL BATALLA, EL VENCEDOR INCUESTIONABLE SERÍA EL "REY AMARILLO". ASÍ QUE LA AMENAZA FINAL, NO LA VÍ SÓLO EN LOS ISLAMISTAS, SINO EN EL "DESPERTAR DEL DRAGÓN DE ORO", QUE ESA SI VÁ A SER LA TUMBA DEL MUNDO CONOCIDO, QUERIDO AMIGO Y CARDINALE.
Un Fraternal Y Bélico Abrazo.
Un Brindis Con ALGO FUERTE
PREPAREMOS LAS TIZONAS Y MUNICIONES DE BOCA Y GUERRA
Y
SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA OTRA VEZ
Y
¡¡RIAU RIAU!!
Pd,- MAGNÍFICO ESTILO Y TREMENDA PROFECÍA.
Querido Cardinale:
EliminarEn mi novela, el "SARTENAZO YANKY" al que aludes no es comparable al sartenazo que la Yihad nos atiza en Europa, que éste sí es un sartenazo en toda regla que nos descalabra. Aunque no a todos ya que Alemania con sus fronteras blindadas y rearmada, resiste por tierra, mar y aire.
De todas formas en mi narración también existen luchas de guerrillas al más puro estilo español, como sucedió en la guerra de la Independencia contra los gabachos, donde el pueblo llano tiró de navaja acogotando a la soldadesca franchute.
Y en efecto, como bien indicas Ulrico de Maguncia escribió un libro titulado El Árbol de las Maravillas, según afirmó dictado por inspiración a pachas entre Lucifer y Cristo . Y fue el tal Ulrico el que inicio a Nostradamus en las artes adivinatorias.
En sus predicciones, el fraile cita de forma directa a la Curia y,hace una referencia a lo que denomino "La verdadera iglesia o el demonio con sotana". O sea que el buen hombre no andaba del todo descaminado. Y me permito transcribir unos párrafos:
"¡Pobres de vosotros, poderosos del mundo! ..¡Pobres de vosotros, señores semejantes a halcones. ¡Pobres de vosotros, príncipes, reyes, emperadores, que no edificáis sino monumentos de desesperación! ¡Pobres de vosotros, pontífices de las religiones muertas! ¡Pobres todos vosotros, para quienes las carnes del pueblo no es sino materia de alquimia, buena para obtener oro!.....¡Os lo advierto solemnemente: “¡vuestro reinado termina hoy, ya que este día es el de vuestra muerte, elaborada por vosotros mismos el día en que concebisteis los monstruos de bronce!”
Y sin duda Ulrico llevaba razón. Sobre todo cuando vaticina en La Batalla de los Tres Reyes el triunfo del Rey Amarillo. Eso también lo intuyo yo en un pasaje de LA INVASIÓN, cuando indico que China también ha blindado sus fronteras y puesto su Gran Ejército en estado de máxima alerta. Y a los chinos tanto el Corán como Mahoma les importan una soberana mierda. Y en número superan a los cescerebrados "hijos de Alá".
Un abrazo entre salvas de artillería pesada, querido Manuel..