martes, 23 de septiembre de 2014

LA INVASIÓN. Capítulo VI


“Miembros de las Fuerzas Armadas alemanas se unieron en grupos de intervención inmediata. Las “Suchutz-Staffel” o Escuadras de Protección, las antiguas SS, volvieron a hacer acto de presencia en las calles de las principales ciudades aunque esta vez su uniforme no era negro ni ostentaban la calavera plateada en el casco.” 

LA INVASIÓN 
CRÓNICA DE UN FUTURO INMEDIATO 
Capítulo VI 

 Tan sólo la República Federal de Alemania se desmarcó del resto de los estados europeos. Cerró sus fronteras a la inmigración, auto excluyéndose de su participación en los foros de debate internacional sobre temas concernientes a la acogida de refugiados procedentes del resto de Europa, Sudamérica, Asia y el Tercer Mundo. 

 Pero Alemania fue más allá. El Bundestag, la Cámara Baja del Parlamento, conjuntamente con el Bundesrat o Consejo Federal, aprobaron una ley interna mediante la cual las Fuerzas Armadas alemanas, la Bundeswehr, se hacía cargo de la vigilancia y custodia de sus fronteras nacionales. Las órdenes emanadas desde el Reichstag, la sede del Parlamento alemán, fueron precisas y directas. Los cuatro puntos de la resolución parlamentaria, bastaron para que desde Bruselas, los integrantes de la Unión Europea alzasen destempladas voces en contra de la tajante y unilateral decisión tomada en Berlín. 

 Ciertamente, los cuatros apartados no tenían desperdicio: 
A/ Prohibida la entrada en el país a todo ciudadano sin pasaporte alemán. 
B/ Revocación de la Ley sobre Ciudadanía que recogía el derecho a la doble nacionalidad de los hijos de inmigrantes nacidos en Alemania. 
C/ Expulsión inmediata del territorio alemán de todas las personas carentes de documentación en regla. 
D/ Las Fuerzas Armadas alemanas reciben carta blanca para utilizar métodos represivos, caso de verse obligadas a ello. 

 Alemania se puso en pié de guerra mucho antes de que se produjeran los primeros incidentes precursores del conflicto bélico. No en vano, el pueblo alemán había sufrido en sus carnes la derrota en las dos últimas guerras mundiales y a pesar de los años transcurridos, Alemania jamás olvidó su pasado. 

 Como tampoco se había olvidado de los efectos causados años atrás cuando se produjo la reunificación de las dos Alemanias. El “Die Wende” (El Cambio), marcó social y económicamente a millones de alemanes tanto orientales como occidentales. 

 En aquellos años finales del II Milenio, el resurgimiento de la extrema derecha contra la presencia de extranjeros, la escasez de viviendas y de trabajo, las huelgas, los disturbios y el aumento de la delincuencia callejera, marcó económica y anímicamente a una sociedad alemana que no estaba dispuesta a transigir con desmanes sociales ni a dejarse avasallar de nuevo por las decisiones del resto de potencias europeas. 

 El Reichstag tomó la decisión de rescindir su participación en la Unión Europea basándose en conceptos de pura supervivencia nacional. Y razón no les faltaba. Alemania se hallaba colapsada de inmigrantes. En la década de los 90, casi al final del II Milenio, el número de trabajadores extranjeros en suelo alemán sumaba dos millones. En el 2020 la suma había ascendido a veinte millones con una tasa de desempleo que rayaba el cincuenta por ciento. 

 La situación social y económica desbordó todo lo previsible. La antaño floreciente Alemania, principal eje de la economía e industria europea, se derrumbó herida de muerte ante la avalancha migratoria. Fue entonces cuando resurgieron los movimientos nacionalistas, las actividades pro nazis y la radical extrema derecha. Miembros de las Fuerzas Armadas alemanas se unieron en grupos de intervención inmediata. 

 Las “Suchutz-Staffel” o Escuadras de Protección, las antiguas SS, volvieron a hacer acto de presencia en las calles de las principales ciudades aunque esta vez su uniforme no era negro ni ostentaban la calavera plateada en el casco. Sin embargo la efectividad de sus métodos disuasorios para con los inmigrantes bastó para alertar al resto de las naciones. 

 La esvástica negra sobre fondo rojo volvió a ondear sobre Alemania mientras los cánticos y las consignas patrióticas resonaban de nuevo en la ciudad de Nüremberg. El Horst Wessel Lied, volvió a convertirse en llamada grupal coreada por millones de alemanes. 

 Fue en Nüremberg donde en el pasado siglo se escuchó por vez primera la palabra “Lebensraum”. El “Espacio Vital” que Adolf Hitler reclamó entonces en nombre del pueblo alemán durante la convención del Partido Nacionalsocialista de 1935 y cuyo principal objetivo era la expoliación de los bienes de la población judía. Dicho objetivo fue reclamado de nuevo a voz en grito por millones de alemanes que estaban siendo aplastados por un movimiento migratorio sin precedentes en la historia de la Humanidad. 

 Años atrás se trataba de expoliar. Ahora, de subsistir. 

………………………. 

 Me acuerdo perfectamente de mis últimos días de estancia en Alemania, mucho antes de que la cadena de informativos a la que servía me ordenara abandonar urgentemente Norteamérica y regresar a Europa. 

 Yo me encontraba en Berlín trabajando para la cadena informática Ciber-Reuters, cubriendo la creciente oleada de huelgas y disturbios que se sucedían a lo largo y ancho del suelo alemán. De igual forma los incidentes xenófobos eran plato del día en las calles. Prácticamente ya no eran noticia. Los periodistas destacados en la capital de la Bundesrepublik estábamos acostumbrados a presenciar represiones y palizas diarias, tanto en las principales arterias berlinesas como en los más de cincuenta parques que rodean Berlín. 

 Las tropas de asalto de las Escuadras de Protección eran las encargadas de reprimir las revueltas callejeras que normalmente se saldaban con decenas de heridos, detenciones, y algún que otro muerto por herida de bala. La masa de refugiados y gente carente de documentación en regla, se hacinaba en el antiguo sector de Berlín Oriental convertido de nuevo en un gueto residencial para los sin patria y los sin pan. 

 Carentes de los más elementales servicios sanitarios, sociales y de abastecimiento, dos millones setecientas cincuenta mil personas se refugiaban en una cárcel a cielo abierto ocupando casi cuatrocientos kilómetros cuadrados de superficie de lo que años atrás fue el sector oriental de la antigua capital del Reich. 

 Años antes y como medida de precaución ante la avalancha migratoria que se les venía encima, el Bundestag había tomado la decisión de formar en distintas ciudades alemanas un apartheid mediante el cual se aglutinaba al contingente de refugiados procedente del resto de Europa, para posteriormente redistribuirlo en los sectores industriales de Alemania, concentrados principalmente en el estado de Renania-Westfalia en la región del Rhur y en Hannover-Brunswick. 

 Los complejos siderúrgicos de esas zonas precisaban mano de obra barata para que la producción de acero continuara siendo rentable. La balanza de pagos alemana sufría importantes desequilibrios económicos con relación a sus ex socios comunitarios. No en vano, Alemania soportó con anterioridad la mayor presión migratoria de todo el continente, al ser obligada por el Consejo Europeo a recibir un mayor cupo de refugiados, debido principalmente a la mayor capacidad empresarial por parte de las estructuras financieras y laborales existentes en suelo alemán. 

 El complejo petroquímico de Schwedt, situado en el noroeste de Alemania junto al río Oder, fue el primer centro de reinserción laboral y punto de destino de los primeros doscientos mil refugiados hacinados hasta entonces en las calles del antiguo Berlín Oeste. Miles de turcos, rumanos, serbo croatas, polacos, griegos, albano kosovares y en mayor número subsaharianos, fueron deportados hacia el mayor oleoducto y procesador petrolífero de Europa. Las consecuencias de la primera deportación masiva no se hicieron esperar. 

 La pequeña población de Schwedt a escasos kilómetros de la frontera polaca, se vio invadida de la noche a la mañana con la llegada de doscientas mil bocas más a las que las autoridades locales tenían que alimentar y dar cobijo. Y esos dos factores representaron un problema de difícil solución. 

 En Schwedt no se contaba con las infraestructuras necesarias como para acomodar una marea humana de tales proporciones y a pesar de la proverbial organización alemana, al Comité del Movimiento “Lebensraum”, el asunto se les fue de las manos teniendo que recurrir a la ayuda de las “Schutz-Staffel” para que las Escuadras de Protección intentaran poner orden y concierto en las calles, tomadas al asalto por hordas de bocas hambrientas y cuerpos congelados de frío cuyo único techo eran unos destartalados barracones de madera, carentes de calefacción y sin los más elementales servicios sanitarios. 

 El frío invierno del noroeste alemán se cobró en las siguientes cuarenta y ocho horas las primeras victimas, niños y mujeres en su mayoría, principalmente subsaharianas. Cuando llegaron las primeras unidades de intervención inmediata constituidas por los descendientes directos de las SS, la efectividad de sus métodos disuasorios puso orden y concierto entre la masa humana. 

 Las primeras fosas comenzaron a llenarse. 
 Berlín, callaba. El resto del mundo no se dio por enterado. 

(Continuará) 

LA INVASIÓN 
Copyright © 2014 José Luís de Valero. 
Todos los derechos reservados.

8 comentarios:

  1. Historia interesante, voy a estar de vuelta para leer más. Gracias por compartir

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    1. Gracias a ti por leerla y también por seguir sus Capítulos, estimada Cindy.
      Un cordial saludo desde España.

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  2. Se puede aprender de la historia. Otra cosa bien distinta, es querer aprender de ella.

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    1. Espero y deseo que esta novela NO se convierta en Historia real.
      De todas formas estoy contigo en eso que se tiene que aprender de la Historia, porque según el dicho : "El Pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla"

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  3. Son muchos los indicativos apocalípticos, pero confiemos en que todo se resuelva por vías de negociaciones y no por las armas. Quedo a la espera de esa otra parte prometida.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Mi querido amigo y poeta Francisco.
      Al igual que tú, en ello confío. No están mis ojos ni mente preparados para contemplar el Apocalipsis, y mucho menos para que sea provocado por el ser humano mediante el uso de armas

      Aunque si quedas a la espera de los siguientes capítulos, comprobarás que la maldad del ser humano no tiene límites. Por supuesto todo ello visto desde mi particular punto de vista. Aunque ya he comentado que cuando escribí LA INVASIÓN, me hallaba en un estado mental transitorio francamente negativo.
      Recibe mi fraternal abrazo,

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  4. No vas muy desencaminado, José Luis. A mí lo único que me preocupa sin embargo es perder la boina cuando la invasión llegue, la cabeza ya la perdí hace tiempo. ;) ;)

    Un abrazo.

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    1. ¡Jó, querido Javier!...Al paso que va la novela, creo que vamos a perder no sólo la boina.
      Los yihadistas nos van a afeitar en seco, so pena que alguien tome las riendas de una contraofensiva. De hecho en la realidad actual y aparte de la novela, Yanquylandia ya les está dando lo suyo mediante pepinazos otorgados con los siempre precisos misiles BGM-109 Tomahawk.
      Esperemos que a nuestros Tomahawk almacenados en los depósitos de la Armada no se les fundan los plomos y estén operativos cuando sea preciso.

      Un abrazo.
      Y sujetémonos a la boina por si las moscas.

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